Hysteria
“Hysteria”, dirigida por Tania Wexler e interpretada en sus principales papeles por Maggie Gyllenhaal, Hugh Dancy, Jonathan Pryce y Rupert Everett. Esta directora inglesa nos explica en “Hysteria” la interesante historia real del doctor Josep Mortimer Granville que en el siglo XIX en Inglaterra inventó el primer vibrador eléctrico para tratar lo que entonces se llamaba Hysteria Femenina. La chispa de Hysteria empezó con una pequeña y desconocida historia: el hecho de que el vibrador a pilas fue patentado a finales del siglo XIX por Joseph Mortimer Granville, un apreciado médico inglés que lo diseñó con toda seriedad como artilugio médico. Granville publicitó esta máquina conocida como el “martillo de Granville” para el alivio de dolores musculares. Pero pronto fue visto como el único tratamiento fiable para un extendido mal entre las mujeres llamado “histeria”. Este tratamiento era el masaje medicinal de los órganos femeninos hasta el punto del paroxismo, que bajo el punto de vista victoriano era una liberación perfectamente clínica del sistema nervioso, y no debía ser confundido con el orgasmo, además de no ser considerado en ningún aspecto sexual. Aunque la histeria se destaparía como un mito de 4000 años, y un comodín para diagnosticar todo tipo de dolencias, el vibrador siguió ayudando a alumbrar un nuevo mundo en el que las mujeres ganaron la libertad de explorar su propia sexualidad. Cuando la productora Tracey Becker, cuyas películas incluyen Finding Neverland de Marc Foster, una imaginativa relectura de la invención de Peter Pan por J.M. Barrie, escuchó por primera vez la historia al escritor Howard Gensler, le hizo gracia al principio, pero después la inspiró. La idea de que un estirado doctor victoriano inventaría lo que se convertiría en el juguete sexual más popular del mundo, sonaba a una idea fantástica para una película moderna.
Y tirando de Wikipedia:
En la época de Hipócrates, se creía que el útero era un órgano móvil, que deambula por el cuerpo de la mujer, causando enfermedades a la víctima cuando llega al pecho. A este desplazamiento se le atribuían los trastornos sintomáticos, esto es, la sofocación o las convulsiones.
La etimología de la palabra recoge, por tanto, esa idea: la histeria como una enfermedad del útero y, por lo tanto, propia de la mujer, que causa trastorno en el comportamiento psicológico.
A lo largo del siglo XIX y desde hacía cerca de mil años atrás, los médicos trataban a sus enfermas por medio de masajes de clítoris hasta que conseguían alcanzar el orgasmo, momento en que aplacaban su mal. A partir de 1880 los casos se fueron multiplicando convirtiéndose en excesivos.
Durante la década de 1890, época en que hubo una epidemia de histeria,1 los médicos creyeron encontrar el medio efectivo para calmar la enfermedad: el uso de vibradores y consoladores; desde antiguo se conocía el mal suponiendo que todo partía de lo que los griegos llamaron útero ardiente debido a la ansiedad de las mujeres, su estado de irritabilidad, las fantasías sexuales y, sobre todo, una excesiva lubricación vaginal. Lo achacaban al estado de frustración en que se encontraban.
Al ser una enfermedad, las mujeres acudían periódicamente a recibir tratamiento médico, dándose así por aceptada la práctica y encontrando en muchas ocasiones en la consulta lo que no conseguían en su casa.
En la actualidad ha quedado descartada esta postura, considerándose que no existe relación alguna con el útero y que no es una entidad exclusiva de las mujeres.
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